“Miles huyen en la embarcación de la muerte”
Sacerdote misionero relata sus experiencias refugiando a inmigrantes africanos en las costas italianas.
Jalibeth Rodríguez Rivera
Es un joven de 34 años, mayagüezano y amante de su tierra. Pero su deseo de transformar al mundo y donar de su tiempo y afecto lo llevó hasta Italia. Como parte de su llamado pastoral, colabora con la acogida de inmigrantes que llegan a las costas de ese país buscando paz.
Se trata del Padre José Mariano Romaguera, un sacerdote misionero de la Comunidad Misionera de Villaregia que lleva un año sirviendo a los inmigrantes que llegan a Italia.
“El llamado del Papa Francisco es de ir a las periferias. Así que conociendo la realidad de los refugiados que llegan a Italia, como Comunidad, hemos decidido colaborar con la acogida de estos hermanos. Ahora mismo en el mundo hay más de 51 millones de refugiados, personas que han dejado su tierra por guerras, violencia y persecución. Muchos otros se ven obligados a partir por situaciones de extrema pobreza. A Italia llegan muchos de ellos y existe una red de acogida para estas personas”, dijo el sacerdote en una rueda de prensa previa a su conferencia.
Durante su conferencia “Experiencia misionera con refugiados africanos” el pasado 25 de julio de 2015, Romaguera compartió sus testimonios con los inmigrantes provenientes de diversos países de África y del Medio Oriente. “Enfrentan un viaje muy peligroso, cruzando el desierto del Sahara. Una vez que llegan a Libia, intentan atraversar el Mar Mediterráneo en botes precarios para poder llegar a Italia y Europa, donde esperan encontrar una vida mejor”, detalló.
Muchos refugiados llegan con fuertes traumas. “En una ocasión acogimos a una familia de Siria que llegó escapando de la guerra. Los hijos hablaban sólo árabe y me mostraron con gestos las ametralladoras y bombas que destruyeron su pueblo. El papá hablaba un poco de inglés y me explicó que hacía cuatro días, desde que salió la embarcación, que no comían nada. Les busqué pan, era el primer bocado que probaban en 4 días”, continuó relatando. “Me senté a la mesa con ellos, uno de los hijos cogió un pedazo de pan, lo partió y tendió la mano para ofrecerme” – recordó mientras suspiraba. “Entonces, pensar en este joven que estuvo tantos días sin comer y el primer pedazo, generosamente, lo partió y lo ofreció. El papá mirando el gesto de su hijo dijo: “como Jesús quien partió el pan con sus discípulos.” Esa familia es musulmana.
Según el sacerdote, cada boleto al bote del terror cuesta cerca de mil dólares por viaje. Muchos de ellos no llegan a su destino. Dijo que, en el 2014 más de tres mil personas murieron intentando cruzar el Mar Mediterráneo. “En el 2014, 170 mil personas llegaron a través de estos botes a costas italianas. Al concluir el año, 66 mil eran acogidos en los diversos centros de apoyo distribuidos por toda la nación. El resto se escapó, algunos se fueron a buscar trabajo al interno de Italia, otros continuaron su viaje hacia otros países de Europa. En nuestra comunidad tenemos una casa donde actualmente acogemos a 11 personas de 6 países con diferentes idiomas y creencias. Trabajamos en coordinación con organizaciones sin fines de lucro y voluntarios”.
José Mariano admite que siempre sintió ese llamado de servir. “Cuando estudiaba en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, participé del proyecto “Verano Misionero” de Obras Misionales Pontificias. Tuve la oportunidad de realizar labor de evangelización y misión por un mes en El Salvador”. Explicó que esa experiencia despertó su deseo de no quedarse indiferente y se activó en diferentes iniciativas. “Entonces conocí la Comunidad Misionera de Villaregia. Tuve la oportunidad de estar 6 años en la periferia sur de Lima, Perú y entonces continué mi tarea misionera en Italia”, dijo.
Tras escuchar los testimonios de este joven católico, el presidente de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, Dr. Jorge Iván Vélez Arocho afirmó “Es una bendición tener un joven sacerdote que optó, como parte de su vocación sacerdotal, servir en Perú y en Italia. Es un gran signo el que un joven inteligente y bien formado tenga la iniciativa de ir a las periferias donde llegan inmigrantes sin recursos y sin oportunidades. El que él quiera apoyar a estas personas es extraordinario. Es alguien que conoce nuestra realidad y domina el tema de los inmigrantes”, aseveró.
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