Arenas

Lee la columna del decano de la Escuela de Derecho, licenciado Fernando Moreno, sobre la controvertida construcción de una piscina en un condominio en Rincón.

El papel aguanta lo que le pongan, la arena no es tan generosa. Los abogados, en momentos, vivimos en mundos de papel y circunscribir controversias como la de la piscina del condominio de Rincón a sus matices legales nos puede hacer perder de perspectiva que las leyes naturales jamás estarán subordinadas a las leyes que inventamos los humanos.

El planeta Tierra, según los estimados científicos más aceptados, tiene aproximadamente 4,500 millones de años. La especie humana, el Homo sapiens, comenzó a poblar la tierra hace más o menos 300,000 años. Las primeras civilizaciones que se asentaron desarrollaron la agricultura y, como derivado, los sistemas políticos y jurídicos más rudimentarios de los que se tiene conocimiento comenzaron a organizarse hace apenas unos 20,000 años. Más aún, los experimentos constitucionales como el nuestro tienen poco más de 230 años. 

“Cualquier argumento que trate de llevar a términos estrictamente jurídicos la construcción de la piscina en la playa en Rincón, bien sea por asuntos propietarios o por los permisos o endosos cuestionablemente otorgados, pierde de perspectiva el precedente que verdaderamente gobierna la controversia”, expresó en su columna el decano de la Escuela de Derecho de la PUCPR, licenciado Fernando Moreno Orama.

Nuestras leyes responden a las necesidades históricas de las sociedades que las adoptaron. Hasta hace unos meses, vivíamos bajo un Código Civil aprobado en 1930 que, a su vez, era derivado de su homólogo español de finales del siglo XIX. Las preocupaciones de aquellas épocas, sin duda, eran diferentes a las actuales y el cambio climático no era una amenaza a nuestra supervivencia como especie, sino material de ciencia ficción. Antes de eso, las leyes las redactaban personas que pensaban que el mundo era plano o que la Tierra era el centro del universo. El tiempo nos ha dado grandes lecciones colectivas y el cambio ha sido una constante.

Ante ese escenario, cualquier argumento que trate de llevar a términos estrictamente jurídicos la construcción de la piscina en la playa en Rincón, bien sea por asuntos propietarios o por los permisos o endosos cuestionablemente otorgados, pierde de perspectiva el precedente que verdaderamente gobierna la controversia: la piscina y la verja original fueron destruidas por el huracán María. Cualquier otro huracán probablemente tendrá el mismo efecto o peor en la medida en que el nivel del mar siga en aumento como consecuencia del calentamiento global. Uno de los jueces más influyentes en la historia de la Corte Suprema federal, Oliver Wendell Holmes, alguna vez escribió que el derecho es lo que se da más por la experiencia que por la lógica. La experiencia en este caso nos dice hasta dónde llega la playa y dónde terminan los movedizos argumentos jurídicos. Después de todo, fue el propio Jesús de Nazaret quien hace más o menos dos mil años definió como insensato a quienes decidieron construir su casa sobre arena y vieron, luego de la tormenta, como todo se derrumbó y su ruina fue grande.

 

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