Una valiosa mirada a la poesía de Marina Arzola

Por:  José Juan Báez Fumero
Departamento de Estudios Hispánicos, PUCPR, Ponce

El estudio de la psique de un artista es camino propicio para la comprensión de su obra.  Pero cuando ese artista sufre un desajuste psicológico mayor, ese camino se convierte en necesidad ineludible.  Habrá que entender, primero, las complejidades humanas del creador para acceder, luego, a las de la obra creada.  Ese es el caso de Marina Arzola, una de las más valiosas escritoras del siglo XX puertorriqueño.  Ese camino fue andado por la Dra. Dolores Irizarry Irizarry, del Departamento de Estudios Hispánicos de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.

En la Sala Madre Teresa de Calcuta del recinto de Ponce, la Dra. Irizarry ofreció la conferencia “Creación y locura en la poesía de Marina Arzola”.  La misma resume algunos de los aspectos más relevantes de lo que fue su disertación doctoral en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.  En ella destaca la necesidad de entender el problema psíquico de la poeta como antesala ineludible a la comprensión de su obra poética, catalogada generalmente como hermética y extraña para el lector común.

A 33 años de la muerte de la poeta en 1976, se entiende que la esquizofrenia que sufría la artista explica mucho de los laberintos de su obra: ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje desorganizado de alto valor literario.  Lo que se tildaba de excéntrico, alocado y oscuro, se comprende hoy como rasgos característicos de su genialidad creadora, matizada por los traumas personales y las crisis colectivas que zarandearon “las sombras, los monstruos” que acosaban su mente y que le precipitaron al abismo existencial en que se sumergió gran parte de sus 37 años de vida.

Para entender esta extraordinaria artista puertorriqueña, plantea la Dra. Irizarry, hay que retroceder al interior de la psique y soltar los lazos con la realidad.  Su poesía “a menudo abstracta, ha sido malinterpretada e ignorada por la crítica debido a su complejidad estructural y al poco conocimiento del propio poeta estigmatizado como paciente mental”. Tenía conciencia, continúa meditando la Dra. Irizarry, de algo fragmentado y dividido en su espíritu y por medio de la poesía buscaba superar el caos y recuperar la armonía.

Arzola vive en su interior, aislada del mundo que la rodea.  Su comunicación se dificulta con el otro (el lector) porque se mueven en planos paralelos, lo que obstaculiza el encuentro de las dos mentalidades.  El acercamiento a su obra requiere, entonces, de un esfuerzo consciente del lector.  No todos están dispuestos a enfrentar el reto de un discurso escurridizo, que oculta sus significados tras el velo de una imaginación laberíntica, donde las claves se intersecan en una madeja de difícil  solución.  Pero,  quien se aventure no saldrá defraudado; entrará en contacto con una de las mentalidades más ingeniosas de la poesía puertorriqueña contemporánea.

Ahora bien, Marina Arzola no está sola en su vía creativa.   El estudio de la Dra. Irizarry apunta paralelismos en la vida y la obra de la poeta de Guayanilla con escritores dentro y fuera de nuestras fronteras nacionales.  Como Marina, Francisco Matos Paoli lidió con los monstruos de la locura luego de ser encarcelado por ofrecer unos discursos en pro de la independencia de

Puerto Rico en los convulsos años ’50 del siglo pasado.  Su poesía posterior reflejará esa experiencia vivencial.  Matos logró recuperarse psíquicamente, Marina no.  Crisis similar a la de Matos Paoli vivió, aunque por razones distintas, Ramón Emeterio Betances luego de la trágica muerte de su novia en 1859.  El escrito del padre de la patria puertorriqueña que recrea el suceso, La Virgen de Borinquen, es en palabras de la estudiosa que nos ocupa “mundo alucinado de quien padece un trastorno mental, manifestado a través de una prosa deslumbrante y quimérica”.   Como Matos, Betances superó la crisis emocional, Marina no.

Espacio singular mereció en este estudio la escritora argentina Alejandra Pizarnik, contemporánea de Marina (vivió entre 1936 y 1972) y quien sufrió un trastorno psíquico semejante al de Marina, el que en su caso desembocó en suicidio.  De gustos y vivencias asombrosamente parecidos, encontraron en la escritura “el asidero para sobrevivir el espanto de su propia locura”.  El lenguaje poético, compañero íntimo de su tragedia personal, a la vez que propicia la fuga de una realidad que se rechaza, propicia, en palabras de la Dra. Irizarry, “exquisitez poética” que hace de la obra artística de estas dos escritoras hispanoamericanas puntos de referencia obligados para el lector contemporáneo.  El rechazo de que fueron objeto todos (Betances, Matos Paoli, Pizarnik, Arzola) por los que vieron en ellos fragilidad mental, no oscurece su grandeza creativa y humana.

Quizás la mejor forma de acercarse a este tipo de poesía (de arte) sea dejando que nuestro subconsciente (lo más puro y menos contaminado de nuestro yo), navegue por ese mar tempestuoso y fascinante de palabras e imágenes.  Quizás, como el náufrago que al llegar a la orilla siente la alegría pura de estar vivo y mira nuevamente al mar con profundo conocimiento y respeto; podamos, luego de navegar en las tormentosas aguas creativas de la poesía de Marina Arzola, mirar atrás con conocimiento, respeto y admiración.  Eso logró la Dra. Irizarry; así lo percibimos los que tuvimos la suerte de escucharla en nuestra Universidad.

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