Prudencia, fortaleza, templanza y justicia
Las cuatro virtudes que transforman la vida humana.
Jalibeth Rodríguez Rivera
“Necesitamos hombres y mujeres prudentes, con templanza, que sean fuertes ante las dificultades y capaces de cambiar. Que se lancen al mundo con justicia y sin miedos, con los ojos puestos en Jesús”. Fundamentando su homilía en estas cuatro virtudes, padre obispo Rubén González Medina, gran canciller de la PUCPR y obispo de la diócesis de Ponce celebró la Santa Misa de Inicio de Curso.
Justo en la fiesta de santo Tomás de Aquino, patrono de las Escuelas y Universidades Católicas, padre obispo invitó a vivir, en comunidad, estos cuatro vectores. “En la vida humana hay cuatro virtudes que son como estas cuatro columnas que sostienen este techo: la prudencia, la fortaleza, la templanza y la justicia” haciendo referencia a las columnas que levantan el Centro de Estudiantes del recinto de Ponce.
“La prudencia es un discernimiento que hay que aprender y practicar a través de lo que vivimos. Si algo tenemos que tener claro en el proyecto universitario es que no solo somos obreros, si no hombres y mujeres que intentamos, desde una experiencia comunitaria, vivir un discipulado. Eso implica escuchar, abrir el oído y atender propuestas e interrogantes para encontrar las respuestas sabias ante las situaciones que vivimos. La sinceridad sin prudencia puede ser crueldad” insistió durante la Misa.
Recordó la figura de santo Tomás de Aquino. “Él tenía sed de aprender, deseos de transformar la sociedad de su época. Así quisiéramos vivir la experiencia de este discipulado misionero en la PUCPR. Jóvenes sinceros, pero con prudencia, que tengan fortaleza, que vivan con templanza y sean justos. Así entenderemos la búsqueda del bien común” dijo González Medina.
Esto, según indicó, se descubre en la medida que “entendamos que el otro es rico en la diversidad de pensamientos y que es más lo que nos une de lo que nos separa”.
Mensaje del Dr. Jorge Iván Vélez Arocho durante la Misa de Inicio de Curso 2017-2018
Estimada comunidad universitaria:
Al iniciar el Segundo semestre del año académico 2017-2018 les propongo que como universidad Pontificia escuchemos atentamente la voz el Santo Padre Francisco. En una reunión con los Obispos de América Latina en Bogotá durante su visita a Colombia el año pasado les planteó varias ideas que encontré particularmente interesantes. Aunque sus palabras estaban dirigidas a los Obispos muy bien pudieron estar dirigidas a nosotros los miembros de la comunidad universitaria de la PUCPR. Siete palabras o frases destacaría de su mensaje.
- Comunión y misión – Habló sobre la importancia de tener una casa “al servicio de la comunión y de la misión de la Iglesia en América Latina; en un centro propulsor de la conciencia discipular y misionera; en una referencia vital para la comprensión y la profundización de la catolicidad latinoamericana”. Nuestra Universidad está llamada a ser una Universidad con un carisma de discípula y misionera.
- Misión continental – Este llamado a ser discípulo misionero en forma personal e institucional se desarrolla dentro de una mística y con unas características donde se destaca la alegría. Destaca el Papa “la misión continental que quiere ser, no la suma de iniciativas programáticas que llenan agendas y también desperdician energías preciosas, sino el esfuerzo para poner la misión de Jesús en el corazón de la misma Iglesia, transformándola en criterio para medir la eficacia de las estructuras, los resultados de su trabajo, la fecundidad de sus ministros y la alegría que ellos son capaces de suscitar. Porque sin alegría no se atrae a nadie”.
- Tentaciones – Llevar a cabo esta misión no está exenta de muy fuertes tentaciones. Tentaciones que finalmente lo alejan de Dios y de los hermanos “las tentaciones, todavía presentes, de la ideologización del mensaje evangélico, del funcionalismo eclesial y del clericalismo, porque está siempre en juego la salvación que nos trae Cristo. Esta debe llegar con fuerza al corazón del hombre para interpelar su libertad, invitándolo a un éxodo permanente desde la propia autorreferencialidad hacia la comunión con Dios y con los demás hermanos.
- Somos hijos – El mensaje evangélico nos recuerda que somos hijos amados de Dios… el gran mensaje de Jesús … “Dios, al hablar en Jesús al hombre, no lo hace con un vago reclamo como a un forastero, ni con una convocación impersonal como lo haría un notario, ni con una declaración de preceptos a cumplir como lo hace cualquier funcionario de lo sacro. Dios habla con la inconfundible voz del Padre al hijo, y respeta su misterio porque lo ha formado con sus mismas manos y lo ha destinado a la plenitud. Nuestro mayor desafío como Iglesia es hablar al hombre como portavoz de esta intimidad de Dios, que lo considera hijo, aun cuando reniegue de esa paternidad, porque para Él somos siempre hijos reencontrados”.
- Cercanía y encuentro – Y Dios nuestro Padre es cercano y sale todos los días a nuestro encuentro. Nos toca en la Universidad crear las posibilidades para este encuentro y de nuevo esta es una convocatoria personal e institucional. Nos dice el Papa “Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios que, en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre. El misterio de la Iglesia es realizarse como sacramento de esta divina cercanía y como lugar permanente de este encuentro…En esta cercanía el alma del apóstol aprende a hacer tangible la pasión de Dios por sus hijos”.
- Encuentro con el Dios vivo – Y este encuentro es vital… es con el Dios de la historia presente hoy y aquí en nuestra Universidad. Y este encuentro nos llama a la oración intensa y frecuente… a la intimidad con Dios “Bien saben que la renovada conciencia, de que al inicio de todo está siempre el encuentro con Cristo vivo, requiere que los discípulos cultiven la familiaridad con Él; de lo contrario el rostro del Señor se opaca, la misión pierde fuerza…Orar y cultivar el trato con Él es, por tanto, la actividad más improrrogable de nuestra misión …¡Hay tanta dispersión interior y también exterior! Los múltiples acontecimientos, la fragmentación de la realidad, la instantaneidad y la velocidad del presente, podrían hacernos caer en la dispersión y en el vacío. Reencontrar la unidad es un imperativo”.
- Unidad – El Papa insistió fuertemente, como tantas veces ha hecho, en la unidad. La unidad que corre el riesgo de afectarse por tantos factores principalmente en las dificultades no esperadas “¿Dónde está la unidad? Siempre en Jesús. Lo que hace permanente la misión no es el entusiasmo que inflama el corazón generoso del misionero, aunque siempre es necesario; más bien es la compañía de Jesús mediante su Espíritu. Si no salimos con Él en la misión pronto perderíamos el camino, arriesgándonos a confundir nuestras necesidades vacuas con su causa. Si la razón de nuestro salir no es Él será fácil desanimarse en medio de la fatiga del camino, o frente a la resistencia de los destinatarios de la misión, o ante los cambiantes escenarios de las circunstancias que marcan la historia, o por el cansancio de los pies debido al insidioso desgaste causado por el enemigo. No forma parte de la misión ceder al desánimo cuando, quizás, habiendo pasado el entusiasmo de los inicios, llega el momento en el que tocar la carne de Cristo se vuelve muy duro. En una situación como esta, Jesús no alienta nuestros miedos. Y como bien sabemos que a ningún otro podemos ir, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68), es necesario en consecuencia, profundizar nuestra elección”. Muchas gracias