El Lcdo. José A. Frontera Agenjo inicia formalmente su rol como presidente de La Católica

Se convierte en el decimotercer líder de la Institución

Mensaje del presidente a la comunidad universitaria

Agradezco a Dios esta oportunidad que me ofrece para servirle a la Iglesia y al país a través de la Universidad. Me siento privilegiado por la confianza depositada en mí por la Conferencia Episcopal y la Santa Sede, pero, sobre todo, por el apoyo recibido en los tres recintos de colegas profesores, empleados y estudiantes durante el proceso de consulta.  Agradezco también el endoso del Senado Universitario y la recomendación de la Junta de Síndicos. Es un privilegio asumir las riendas de esta Institución que tiene un gran legado de compromiso con Puerto Rico y que activamente se mantiene aportando al país. Asumo este cargo consciente de la responsabilidad que conlleva y, para esto, trabajaré junto a la comunidad universitaria, junto a cada uno de ustedes, para continuar brindando una educación de excelencia y ampliando los espacios de servicio y de relación con la comunidad.

Durante poco más de catorce años, he tenido la oportunidad de servir a esta Institución desde diversos roles, como ayudante del presidente, decano de la Escuela de Derecho y vicepresidente de Asuntos Administrativos. En cada uno de ellos he aprendido, he crecido, nos hemos conocido, en ocasiones diferido, pero siempre con la meta y la rectitud de intención de adelantar juntos este proyecto universitario y evangelizador que representa nuestra Universidad. Por encima de todo, con ustedes he aprendido a amar a esta Institución y a considerar el trabajo en ella una extensión de mi vocación cristiana y profesional.

Me comprometo con cada uno de ustedes a mantener la cercanía, disponibilidad, prontitud en responder y sentido de diligencia y responsabilidad que me han caracterizado a lo largo de estos años. Agradezco, nuevamente, que muchos de ustedes reconocieran en sus comparecencias ante el comité de consulta esos elementos de mi persona y gestión.

Durante estos años, el doctor Vélez Arocho ha reforzado los fundamentos identitarios de nuestra Universidad, ha reafianzado su relevancia, la pertinencia de sus programas y la solidez de su infraestructura física y económica. Agradezco profundamente haber sido parte de este esfuerzo y ahora darle, no solo continuidad, sino capitalizar y maximizar el alcance de su gestión. Cuando uno siembra, cuando uno invierte, no lo hace para que el crecimiento y el desarrollo sean lineales, sino exponenciales. Esa capacidad con la que ahora contamos nos lanza hacia una nueva etapa, aunque también frente a nuevos retos, desafíos y exigencias. Nos enfrenta a la necesidad de ampliar el alcance de la Universidad, su colaboración con otras entidades, la ampliación de sus servicios a la comunidad, particularmente desde el modelo de las empresas universitarias. Todo esto es posible si mantenemos y ampliamos nuestros esfuerzos de innovación académica, investigación competitiva en temas puntuales a nuestra realidad y nuevos proyectos de servicio directo derivados de nuestros programas académicos y comunitarios.

Al entrar al proceso de búsqueda del presidente, lo hice con la convicción de que somos una comunidad universitaria activa, capaz, resistente más que resiliente, dispuesta a adaptarse más que a someterse, a asumir los retos y desafíos del presente con convicción y pasión, con un espíritu cristiano firme que reconoce en la fe, la esperanza y el servicio la base de su identidad y, al mismo tiempo, la meta de su misión. No tendría sentido educar si no hubiera fe, optimismo y expectativa de futuro; no tendría sentido crear buenos profesionales, si no tienen vocación de servicio y de ser cada día mejores personas. La educación es parte esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia y nuestra actividad profesional debe tener espíritu de vocación misionera. Por esta razón es tan importante lo que hacemos en el salón de clases, como lo que hacemos en cada una de nuestras oficinas de servicio, como lo que hacemos en nuestra actividad cultural, deportiva, social y comunitaria.

La necesidad de una institución de educación superior católica como la nuestra, que resguarde una educación humanista y humanizante con valores y principios morales claros, que se sostienen en la búsqueda de la Verdad más plena del ser humano y su trascendencia y que, a su vez, pueda dar respuesta a las necesidades sociales del momento presente es algo que no cambiará nunca. Ese aporte particular en el mundo universitario será siempre necesario y relevante. Es, en sí mismo, parte de la misión de la Iglesia que evangeliza educando y educa evangelizando. Ahora nos toca garantizar juntos su sostenimiento, crecimiento y permanencia.

En la propuesta que sometí como parte del proceso de búsqueda señalé varios fundamentos importantes para poder desarrollar la Universidad. El primero de ellos trata sobre esa relación evangelización/educación. El segundo fundamento es el espíritu de sinodalidad al que el santo padre Francisco nos ha llamado. Como institución pontificia y católica, nuestra Universidad también tiene que sentirse interpelada a asumir, como parte de su vida y funcionamiento interno, las dimensiones de esta característica constitutiva de la Iglesia. Estas son: escucha atenta, discernimiento, corresponsabilidad y participación; hacer de todos sujetos activos, partícipes, en el mayor grado posible.

No hay duda de que nuestros estatutos proveen una distribución de las competencias y responsabilidades institucionales entre autoridades colegiadas y personales. Sin embargo, en todos los casos, aspiro a crear otros mecanismos para ampliar la participación, para mejorar el diálogo entre las distintas autoridades universitarias y los componentes de la comunidad universitaria. Sin renunciar a la responsabilidad que corresponde a quien tenga que tomar las decisiones de forma particular, pero, deben fomentarse mayores espacios de discusión y escucha abierta, no solo a través de las estructuras formales como las reuniones de colegio, de claustro o de Senado Universitario, sino desde otros ámbitos. La constitución de grupos de trabajo para proyectos específicos o para la atención de problemas particulares, formación de grupos focales, o consultas mediante diversos mecanismos, entre otros procesos, deben implementarse para mejorar la comunicación, transparencia de los procesos institucionales, la corresponsabilidad y, con ellas, la rendición de cuentas. Como ejemplo de ese estilo participativo, menciono el proceso que seguimos en la Escuela de Derecho para la revisión curricular y el que hemos estado realizando en el Comité de Asuntos del Claustro y del Senado para la revisión del Manual del Claustro.

Por otro lado, siguiendo la recomendación de Middle States en su última visita, un aspecto importante para lograr esto son los procesos de avalúo incluyendo la evaluación de los funcionarios en todos los niveles de la gerencia institucional, no solo de sus respectivos superiores, si no también considerando el insumo de toda la comunidad.

La visión institucional que planteo se fundamente en cinco áreas temáticas desarrolladas en la propuesta sometida en el proceso de búsqueda del presidente y que propondré se refuercen en la formulación del nuevo plan estratégico institucional son:
1. estabilizar y aumentar el número de estudiantes y sus oportunidades de éxito;
2.actualizar la oferta académica e innovación curricular;
3. fortalecer la facultad y todo el personal;
4. diversificar las fuentes de ingreso y control de costos;
5. insertarse y aumentar el liderato en y con la comunidad externa.

Ya tendremos oportunidad de conversar y ampliar sobre estrategias concretas para cada una de ellas, según las expuse en dicha propuesta, la cual les compartiré próximamente. De momento, los invito a repensar, particularmente en cuanto implica salir y mover programas a donde están los estudiantes en sus nuevas realidades socioeconómicas y laborales. Esto sería, no necesariamente esperando a que lleguen a donde está la Universidad sino ampliar las maneras en las que llegamos a ellos, sin limitarnos a que sea solo a través de los medios en línea o virtuales sincrónicos.

Respecto a la inserción y relación con la comunidad, no hay duda del impacto que representa nuestra Universidad en las regiones sur, oeste y norte del país. El recinto de Ponce, en particular, es uno de los principales empleadores de la región y su impacto para el mercado de vivienda por los hospedajes de estudiantes, de bienes y servicios de alimento para todos los componentes de la comunidad universitaria en la zona circundante, en la generación de empleos indirectos y su consiguiente efecto multiplicador en la economía regional es indiscutible. No hay tampoco ningún otro sistema universitario cuya cabecera y foco de atención estén fuera de la zona metropolitana. Por eso los problemas y las dificultades de toda la región son también los nuestros. Nuestra geografía en el sur ha sido la más impactada por la sucesión de eventos naturales de los pasados siete años, con sus consecuencias demográficas y socioeconómicas. Todo eso nos impacta en la Universidad. La falta de planificación pública gubernamental, la centralización que la caracteriza y la visión limitada sobre lo que representa la totalidad del país y sus circunstancias nos afectan también a nosotros.

Nuestra responsabilidad social, anclada en los principios y valores de la doctrina de la Iglesia al respecto, nos interpela y exige, desde la solidaridad y la subsidiaridad, a hacernos presente y contribuir en la búsqueda de soluciones y la construcción del bien común. Para ello somos también universidad y, por ello, estoy convencido de que el rol del presidente de la Institución incluye el ejercicio de una presencia fuerte en todas las regiones y sus asuntos. Para esto cuento con el apoyo a los rectores de los recintos de Arecibo y Mayagüez para que, más allá de la zona sur, se logre el impacto en las zonas norte y oeste, según la realidad de sus respectivos entornos.

Como expuse en la carta de nominación que envié al Comité de Búsqueda, tengo “el firme deseo de continuar trabajando junto a toda la comunidad universitaria e ir creciendo juntos; haciendo destacar la Universidad, manteniendo su estabilidad en todos los ámbitos, prolongando su trayectoria, promulgando su misión, identidad y filosofía, atemperando la misma a los cambios y necesidades del mundo actual y su disponibilidad al servicio del país y de la Iglesia”. Estoy claro que para esto habrá que tomar decisiones difíciles, habrá que hacer cambios que tal vez personalmente me incomoden, pero que si son institucionalmente necesarios, los haré. Asumo esta posición, al igual que las anteriores, desde mi compromiso con la Institución, su identidad y misión, con la disposición de poner mi inteligencia y voluntad desde una mayor responsabilidad al servicio de la comunidad universitaria y de la Iglesia y, a través de ella, al país. Para ello, espero contar en esta ejecución con el mismo respaldo que recibí de la comunidad universitaria en este proceso, con la participación de cada uno de ustedes que son parte de mi equipo y, sobre todo, con la ayuda de Dios nuestro Padre, la fuerza de su Hijo Jesucristo, la guía del Espíritu Santo y la protección maternal de nuestra Santísima Virgen María, Trono de la Sabiduría.

Les propongo que, a lo largo de este esfuerzo, nos animemos unos a otros asumiendo como lema las palabras finales del himno de la Universidad: “A luchar Pioneros, adelante, a vencer con la Universidad”.
¡Muchas gracias!

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