Bríos de esperanza ante los retos de hoy

Presidente de la PUCPR urge a formar al hombre y a conquistar la libertad interior.
Mensaje de Inicio de Curso 2016-2017

A solo dos años de cumplir setenta años de jornada en Puerto Rico, y ante los retos que surgieron en los finales de la década de los 40,  la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico  siembra esperanzas en el país.  En su mensaje de incio de curso 2016 – 2017, el presidente, Dr. Jorge Iván Vélez Arocho hace referencia a esos desafíos y explica cómo la Universidad se levantó en épocas de plena miseria.

Hoy Puerto Rico enfrenta grandes retos, y es la PUCPR la que, según Vélez Arocho, “vuelve a ser un faro de esperanza en estas aguas embravecidas que amenazan con zozobrar nuestra barca”.  A su juicio  “La propuesta universitaria de La Católica está anclada en estos dos principios: la conquista de la libertad interior y espiritual y la formación de los ciudadanos”.

 Mensaje del Presidente:

Dentro de dos años nuestra Universidad cumplirá setenta años del inicio de una jornada para sembrar esperanza en Puerto Rico. Hombres y mujeres unieron su inteligencia y voluntad para galvanizar una Universidad que le sirviera bien a Puerto Rico y decidieron ponerla bajo el amparo de la Santísima Virgen María, Madre de Dios. No eran tiempos de pobreza… eran tiempos de miseria. Muchos puertorriqueños no tenían casa propia, ni había electricidad en ellas, ni agua potable, muchos de nuestros ciudadanos no sabían leer ni escribir y habíamos comenzado el camino al gobierno propio y a desarrollar un gobierno democrático.

" Ante los formidables retos sociales, económicos y políticos se establece La Católica para sembrar esperanza ante el desánimo, la duda y la incertidumbre" , Dr. Jorge Iván Vélez Arocho.

” Ante los formidables retos sociales, económicos y políticos se establece La Católica para sembrar esperanza ante el desánimo, la duda y la incertidumbre” , Dr. Jorge Iván Vélez Arocho.

Eran los tiempo cuando un poeta de la época describía nuestra realidad de la siguiente manera “de los hombres que sudaron y lloraron y rabiaron para sazonar mi café”; del “sueño que duerme en los pechos estrujados por la tisis (¡un poco de aire, un poco de sol!)”; del “sueño que sueñan los estómagos estrangulados por el hambre (¡un pedazo de pan, un pedazo de pan blanco!)”; de “sueño de los pies descalzos (¡menos piedras en el camino, Señor, menos botellas rotas!)”; del “sueño de las nucas horizontales (¡techumbre, hojas, yaguas: el sol es horrible!)”; del “sueño de las manos callosas(¡musgo…olán limpio…cosas suaves, blandas, cariñosas…!)”; y del “sueño de los corazones pisoteados”. En esa coyuntura, en el 1948,  se estableció la Universidad de Santa María.

Desde sus inicios La Católica fue un faro de esperanza, como respuesta de la Iglesia Católica de Puerto Rico,  ante la necesidad de formar ciudadanos que enfrentaran y transformaran la situación de miseria en que vivíamos. Los Fundadores sabían que  la educación de los ciudadanos era fundamental para lograr el desarrollo y el progreso económico al que todos aspiraban. Y ¿qué tipo de ciudadano se formaría en La Católica?  Recordemos al teólogo Jaques Maritain “La tarea de la educación no consiste, evidentemente, en esta abstracción platónica que es el hombre en sí mismo, sino en formar a un niño determinado, que pertenece a una nación, a un medio social y a un momento histórico dados”. En el corazón de los Fundadores estaba formar personas de Puerto Rico dentro del medio social de miseria en el cual vivía Puerto Rico y en el momento histórico de 1948.  El mundo había salido de la II Guerra Mundial y se vivian los estragos de la guerra. Ante los formidables retos sociales, económicos y políticos se estableció La Católica para sembrar esperanza ante el desánimo, la duda y la incertidumbre.

Hoy nos enfrentamos a formidables retos, tan grandes como los que vivimos cuando se fundó la Universidad.  Retos económicos, políticos, sociales y de dignidad individual y colectiva.  De nuevo,  la hoy Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico,  será un faro de esperanza en estas aguas embravecidas que amenazan con zozobrar nuestra barca. Y de nuevo recordamos a Maritain “Sin embargo, a fin de realizar plenamente su objetivo… para formar un buen ciudadano y un hombre civilizado, lo que importa ante todo es el centro interior, la fuente viva de la conciencia personal, de donde nacen, a la vez, el idealismo y la generosidad, el sentido de la ley y el sentido de la amistad, el respeto a los demás y una independencia firmemente arraigada frente a la opinión común”.  Es importante recordar que el 15 de agosto de 1972, la Congregación para la Educación Católica expidió el decreto de reconocimiento de la catolicidad de nuestra Universidad “…a fin de que la Universidad se distinga como escuela y guía de todo el esfuerzo realizado para difundir los estudios superiores a la luz del Evangelio, y como sede en la cual se concilien los trabajos de las artes y la cultura,  y se comparen los resultados de una sólida investigación científica con los argumentos suministrados por las auténticas fuentes de la revelación cristiana bajo la dirección del Magisterio Eclesiástico”.

Dos objetivos aspiramos lograr “El primer objetivo de la educación es la conquista de la libertad interior y espiritual que la persona individual debe alcanzar o, en otros términos, la liberación obtenida a través del conocimiento y la sabiduría, la buena voluntad y el amor”. Y esta libertad está anclada en la Palabra de Dios. El segundo objetivo “La educación del hombre debe preocuparse del grupo social y preparar al joven para desempeñar en él su papel. Formar al hombre para llevar una vida normal, útil y abnegada en la comunidad es un fin esencial de la educación”.  Mons. Tulio Botero, arzobispo de Medellín en 1995, quien participó en el Concilio Vaticano II y fue uno de los que firmó el pacto de las Catacumbas de Domitila en Roma, escribió en su Testamento Espiritual ” El porvenir será de quienes tengan el mejor hogar y la mejor escuela cristiana”.  Nosotros, en la Pontificia Universidad Católica de PUerto Rico haremos nuestra aportación a este mejor porvenir.

La propuesta universitaria de La Católica está anclada en estos dos principios: la “conquista de la libertad interior y espiritual” y la formación de los ciudadanos para que lleven “una vida normal, útil y abnegada en la comunidad”. Ciudadanos que desde la libertad y la formación se enfrenten a los formidables desafíos que individual y colectivamente viviremos.  Hoy, en esta Misa de Inicio de Curso, como facultad, reafirmaremos personal y colectivamente nuestro compromiso con nuestra identidad Católica y con nuestra misión.

Espera el mensaje en vídeo pronto.

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