“En este templo afirmamos hoy, con fe y gratitud, que creemos que la providencia de Dios está presente en este proyecto”

Homilía del Dr. P. Luis Jiménez en la primera misa en la capilla de la Escuela de Teología de la  PUCPR

Vigésimo sexto martes Tiempo Ordinario
Zac 8, 20-23; Salmo, 86; Lc 9, 51-56.

Hoy inauguramos este templo como espacio litúrgico de la Escuela de Teología reconociendo que las piedras vivas del verdadero templo espiritual son aquellos congregados como Pueblo de Dios (1Pe 2, 4-25). Y qué mejor manera de hacerlo que celebrando la eucaristía, una acción de gracias a Dios precisamente por esta Escuela de Teología que, para nosotros, es un gesto de la providencia misericordiosa del Emmanuel, del “Dios con nosotros”. No queremos con esto caer en un providencialismo infantil que se manifiesta en dos errores muy comunes: primero que la providencia de Dios es la supresión de toda dificultad humana y segundo que la providencia de Dios está en competencia o rivalidad con los esfuerzos humanos. Lejos de eso estamos.

En este templo como espacio-tiempo litúrgico afirmamos hoy con fe y gratitud que creemos que la providencia de Dios está presente en este proyecto de la Escuela de Teología donde muchas personas, más de las que creemos y sabemos explícitamente, han colaborado y siguen colaborando, estén consientes o no lo estén, del llamado que Dios nos hace. Siguiendo las imágenes bíblicas, la providencia de Dios es a la vez “Dios mismo como Roca que nos salva” en medio de las tempestades y es también su llamado a servirle en medio de los pueblos como sus mensajeros.

Por lo tanto, cuando afirmamos que la Escuela de Teología es un acto de la providencia misericordiosa del Señor queremos afirmar con fe, esperanza y gratitud amorosa que Dios es la Roca que llama y sigue convocando este proyecto para un servicio a la evangelización de nuestro pueblo de Puerto Rico y de su entorno caribeño. No tenemos miedo de creer que Puerto Rico es uno de esos pueblos que Dios convoca a su encuentro, como afirma el profeta Zacarías. No hay pueblo en la tierra fuera de esa llamada universal. El proyecto de la Escuela de Teología se contextualiza dentro de la misión-servicio de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico dentro de la obra evangelizadora de la Iglesia local. Es una diaconía, un servicio a la evangelización de nuestro pueblo, de su cultura, de sus estilos, de sus maneras de soñar, pensar, elaborar el arte y la música, relacionarse, crear tecnología, sanar sus heridas y de elaborar un necesario y urgente proyecto de país.

Sin embargo, tenemos que hacernos la siguiente pregunta: ¿cuál debería ser el estilo, el modo de proceder que debería tener esa misión de la Escuela de Teología? Providencialmente, el Evangelio proclamado hoy nos señala cuáles deben ser algunos aspectos del estilo que debería tener la Escuela de Teología, sus estudiantes, sus egresados, su facultad y su personal de apoyo. El Evangelio nos habla de un envío de mensajeros con la misión de preparar la hospitalidad, la acogida en medio de un lugar que ya se sabía que podía ser riesgoso y hostil: Samaria. Por lo tanto, parte del estilo de los mensajeros no puede ser la huida a ciertos lugares por la sospecha de hostilidad a los mensajeros o al Señor. La Escuela de Teología y la Pontificia Universidad Católica no pueden estar al margen de las múltiples aldeas samaritanas de hoy, los distintos entornos culturales de nuestro pueblo, del Caribe y de esta aldea global en que nos ha tocado vivir la llamada a ser mensajeros. No tenemos derecho a huir de esos múltiples contextos.

Otro aspecto del estilo al que nos llama el Evangelio está relacionado con nuestra actitud ante un posible rechazo al Señor. Los mensajeros propusieron a Cristo bajar fuego del cielo para acabar con los que lo rechazaron. El rechazo se convierte así en una prueba, en la tentación a querer instrumentalizar la fuerza de Dios para destruir a quienes lo desestiman. La respuesta de Jesús indica cuál debe ser ese estilo cristiano ante el rechazo. Según el texto griego Jesús aparece “dándose vuelta”, dando un giro. Jesús, quien tenía su atención completa dirigida hacia Jerusalén como lugar de llamado de su Padre, ahora gira su atención hacia los mensajeros frustrados y cargados de violencia. Mirando estos mensajeros los “reprende”, verbo que aparece en Lucas en momentos en que Jesús pone límites a aquello que pueda provocar daño y destruir.

Nuestra misión de mensajeros no puede tener como estilo la hostilidad, el rechazo, el daño, la condena o la destrucción. No olvidemos que en el propio Evangelio de Lucas Jesús afirma esta llamada a no hacer daño a los que lo rechazan cuando dice “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10).

El estilo de los estudiantes, egresados, profesores, personal de apoyo y de la propia Escuela de Teología queda plasmado en el verbo “dialogar”, acción a la que nos llama el Concilio Vaticano II y el magisterio pontificio desde Juan XXIII hasta el papa Francisco. Se trata del estilo de diálogo que Jesús tuvo con una mujer en otra aldea samaritana, como el Evangelio de Juan muestra (Jn 4, 7-26). Un estilo dialógico del Maestro aun en medio de una no fácil acogida. El papa Francisco, inspirado en este estilo de diálogo, dice que “[…] la Iglesia está llamada a ser servidora de un difícil diálogo” (EG 74). Un diálogo que siempre deja la puerta abierta a que el otro se convierta también en mensajero agradecido como fue el caso de la samaritana.

Acabo esta reflexión con otras palabras del papa Francisco sobre la evangelización de la cultura de los pueblos para que así experimenten el llamado al encuentro con el Dios que se hizo hombre: “La Iglesia, empeñada en la evangelización, aprecia y alienta el carisma de los teólogos y su esfuerzo por la investigación teológica que promueve el diálogo con el mundo de las culturas y de las ciencias. Convoco a los teólogos a cumplir este servicio como parte de la misión salvífica de la Iglesia. Pero es necesario que, para tal propósito, lleven en el corazón la finalidad evangelizadora de la Iglesia y también de la teología, y no se contenten con una teología de escritorio” (EG 133).

Que el Señor, con su mirada, nos transforme en mensajeros agradecidos de la Buena Noticia en medio de nuestro pueblo y de todos los pueblos de la Tierra.

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