El valor de un obsequio

Invitación a celebrar la verdadera Navidad más allá de costosos regalos

Por: Profa. Ada I. Kercadó Robles, directora

Clínica Interdisciplinaria de Servicios a la Comunidad, PUCPR

La Navidad es una de las festividades más esperadas del año. Con ella renovamos nuestra vida al celebrar el nacimiento de Jesús. Cada familia intenta dar lo mejor y es, en este punto, en el que se abre el debate entre los regalos y el verdadero significado que debe tener el obsequio.

A nuestros hijos les ha tocado vivir en una sociedad tecnológica, en la que los juegos tradicionales y los que promueven la actividad física han quedado rezagados. La sociedad evoluciona y, sin darnos cuenta, los intereses cambian. ¿Cuál es el mejor regalo? ¿Debo complacer a mi hijo? ¿Cuánto sacrifico en este esfuerzo? Estas y otras preguntas son las que nos hacemos e intentamos contestar, desde la vulnerabilidad que nos define como personas.

El mejor regalo no es aquel que más dinero cuesta, sino el que promueve una mayor cercanía a los valores y tradiciones que deseamos preservar. Cuando el obsequio sobrepasa mi realidad, es momento de preguntarnos si vale la pena el sacrificio y si ese sacrificio es una opción que reciproque mi compromiso de amor y respeto en el proceso de crianza que desarrollo con mis hijos. Ese compromiso va más allá de una fecha o festividad en particular: es un compromiso que se asume para toda la vida.  El regalo no debe sustituir el valor en el proceso, a la misma vez que el valor debe estar acompañado de una enseñanza.

Cuando compartimos un regalo, compartimos un mensaje de amor y reconocimiento. El respeto al esfuerzo y no al objeto es el mensaje que debemos promover. Cada familia define el proceso que llevará en esta y en toda celebración. Después de todo lo que hemos vivido como país, un momento de encuentro y celebración es el mayor regalo y debe ser la fuente de inspiración. Como familia debemos esforzarnos porque nuestros hijos comprendan el significado de la Natividad. Que se sientan orgullosos del Belén que habita en cada uno de nuestros hogares. Si promovemos el valor en el proceso, y no en el obsequio, estaremos acercándonos a nuestros hijos en un nuevo proceso de crianza que perdurará para toda la vida.

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