Un encuentro espiritual para la historia.

Reviven sus experiencias con el ahora Santo Juan Pablo II.

Por:  Jalibeth Rodríguez Rivera

“Fue impresionante arrodillarme ante él y sentir ese contacto. Lo más que me vibró, como una hoja, fue cuando recibí la comunión de sus manos. Tan pronto me viré, salí llorando de felicidad. Fue un honor que atesoro en mi corazón hasta el día en que muera”, las profundas y espirituales expresiones de la rectora del recinto de Mayagüez de la PUCPR, Dra. Olga Hernández de Patiño rememoran, con intensa emoción,  su encuentro con el hoy Santo Juan Pablo II. Fue durante la visita a Puerto Rico del entonces Sumo Pontífice,  el 12 de octubre de 1984,  que escogieron a la Dra. Hernández de Patiño como una de las dos personas de la diócesis de Mayagüez que asistiría a la Santa Misa del Papa en Hato Rey, San Juan, ante más de medio millón de feligreses.

“En ese momentos pertenecía al movimiento Juventud Acción Católica de Mayagüez y tuve la bendición de ser escogida, entre las cien personas de Puerto Rico, para recibir la comunión de las manos del Santo Padre”, explicó Hernández de Patiño.

Fue durante la visita a Puerto Rico del entonces Sumo Pontífice,  el 12 de octubre de 1984,  que escogieron a la Dra. Hernández de Patiño como una de las dos personas de la diócesis de Mayagüez que asistiría a la Santa Misa del Papa en Hato Rey, San Juan.

Fue durante la visita a Puerto Rico del entonces Sumo Pontífice, el 12 de octubre de 1984, que escogieron a la Dra. Hernández de Patiño como una de las dos personas de la diócesis de Mayagüez que asistiría a la Santa Misa del Papa en Hato Rey, San Juan.

Manifestó que incluso, llevó la ofrenda durante la Misa. El contacto, según aseveró, fue inolvidable. “Ha sido la experiencia más importante en mi vida en el aspecto espiritual. Tuve la oportunidad de interactuar con él. De hecho, fueron minutos que parecieron horas. Arrodillarme frente a él fue un momento mágico” insistió.  Continuó reviviendo ese momento con Huellas del Futuro y recordó que
“Me arrodillé, lo miré, me habló, me tocó, me bendijo y me regaló un rosario. En ese momento sentí que los cientos de personas desaparecieron. Su mirada y su dulzura eran especiales”.

El regalo que obtuvo de sus manos fue un rosario que atesora mucho y que ha impactado a aquellas personas especiales con quienes lo comparte. “Este rosario ha estado conmigo desde ese momento. Pero, también, ha caminado por las vidas de otras personas con dificultades y les han impactado”.

Otra de las personas escogidas para recibir la comunión por el ahora Santo Juan Pablo II durante la visita a la Isla, fue el presidente de la Institución, Dr. Jorge Iván Vélez Arocho. “En aquella ocasión, la Conferencia Episcopal seleccionó cien personas para recibir la comunión y generosamente, nos invitaron a mí y a mi esposa. Tuvimos el regalo del cielo de estar cerca de él. Recuerdo la cercanía porque no fue algo automático, fue único.  Me miró a los ojos y sentí que era él quien representaba a Cristo.” Para el Dr. Vélez Arocho, esto significó la reafirmación de su fe. “Esta experiencia fue la reafirmación de mi fe y la universalidad de la Iglesia. Allí estaba Juan Pablo Segundo llevando el mismo mensaje de la fe”.

El Presidente recordó otro encuentro con Juan Pablo II. Asistió, junto con su esposa, al Congreso de la Familia en Roma, un evento que recibió a más de 700 personas del mundo. Esta vez, según relató, le impactó mucho el énfasis del entonces Papa con la defensa de la familia y el derecho a la vida. “Él le daba mucho valor a la familia. Hablaba de que las familias tuvieran vivienda, salud, trabajo, bienestar y también de la responsabilidad con su pueblo. Era una visión de la familia integral en su desarrollo humano. Hoy día, 20 años después, continuamos con ese énfasis”.

El profesor de Teología, Jorge Macías de Céspedes, también compartió su experiencia con el Santo Juan Pablo II.

El profesor de Teología, Jorge Macías de Céspedes, también compartió su experiencia con el Santo Juan Pablo II.

De otra parte, el profesor de Teología, Jorge Macías de Céspedes, también compartió su experiencia con el Santo Juan Pablo II.   Expresó que entre los años 1990 y 1993 viajó a Roma para estudiar teología. Para entonces, era miembro de la Orden Franciscana Capuchina, donde estuvo como religioso por casi 30 años.

“Mi último encuentro con él ocurrió en junio de 1993. Se celebraba en la Universidad Gregoriana un simposio de dos días sobre la formación sacerdotal. De repente, oigo al Cardenal Prefecto de la Congregación del Clero, encargado del grupo, decir: ‘Los que se encuentran en las esquinas pueden venir y sentarse aquí en el centro’. Me sobrevino la alegría que arropa a un niño cuando es invitado a algo grande, y sin pensarlo dos veces, salí corriendo y, literalmente me deslicé en el suelo al llegar. Para mi sorpresa, cuando miro al lado, veo una sotana blanca y unos zapatos rojos. Tragué en seco y mirando hacia arriba, veo que el Papa me miraba con ojos alegres y paternales, me agarra la barba y dice en voz alta: ‘a éste tenemos que ordenarlo’. Fue un flechazo directo al alma”, expresó.

La Dra. Mónica Arroyo junto con el Papa Juan Pablo II.

La Dra. Mónica Arroyo junto con el Papa Juan Pablo II.

 

Estas experiencias también las compartió la Dra. Mónica Marie Arroyo,  profesora de Química del recinto de Ponce.  “Lo que más me impactó fue su mirada y su atención a pesar de la enfermedad que lo aquejaba. Un santo en vida que promovió la vida y la santidad del ser humano, amó a la juventud y fue testimonio del llamado de todos a la santidad”.

Se convierten en Santos Juan Pablo II y Juan XXIII.

Precisamente, el pasado domingo, 27 de abril de 2014, el Santo Papa Francisco proclamó santos a sus predecesores Juan XXIII y Juan Pablo II, un momento de gozo y de oración para los católicos. Durante su homilía de canonización el Pontífice dijo “San Juan XXIII y San Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresía del Espíritu Santo y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia”.

El Obispo de Ponce, SER Mons. Felix Lázaro, rememoró el momento cuando fue escogido Juan XXIII en la Plaza San Pedro. “Yo estaba en la Plaza de San Pedro cuando fue elegido Juan XXIII y cuando sonó su nombre hubo cierto asombro en las personas”. Monseñor hizo énfasis en que, durante su apostolado, demostró que fue un Papa que dio un viraje importante a la Iglesia, abriendo las puertas del mundo entero, sobre todo con la convocatoria del Concilio Vaticano Segundo, hecho que permitió una apertura al mundo. “A través del Concilio, el Papa logró una pastoral de acercamiento al mundo de la Iglesia con el mundo actual. Cambió el lenguaje, las expresiones, los cantos litúrgicos, o sea, el ritual se cambió totalmente,  el cambio fue profundo”. Explicó que antes,  las liturgias eran en latín y la misa se celebraba de espalda al pueblo. Ahora el lenguaje es mucho más directo y se abrió el camino al estudio de la palabra de Dios. “El 11 de octubre de 1962 comenzó el Concilio Vaticano y para nosotros fue una sorpresa. Este fue el mayor de sus legados”. Juan XXIII, además, escribió dos encíclicas importantes: Madre y Maestra, sobre la doctrina social de la Iglesia en asuntos que afectan al país y Paz en la Tierra, la cual se enfoca en la paz.

Sobre la gesta de Juan Pablo II, Monseñor dijo que ha sido el Papa universal, quien recorrió el mundo entero. Llevó  la iglesia y  la palabra de Dios al mundo. Se ganó la admiración y el cariño del mundo. Yo estuve presente en los funerales y nunca vi una ceremonia tan universal y tan conmovedora. Muchos países enviaron su representación y eso manifiesta su gran impacto. La canonización de Juan Pablo II reviste una particular importancia para PR,  porque es el primer y único papa que ha pisado este suelo puertorriqueño”.

Para el Mons. Elías S. Morales Rodríguez, Vicario Judicial del Tribunal Interdiocesano de Ponce y Mayagüez, los dos santos tienen un impacto en la sociedad contemporánea. “Todos sabemos que en el funeral de Juan Pablo II todos proclamaron Santo de inmediato. Esto brota de un clamor del pueblo. El hecho de que se realizó más rápido no quiere decir que no se cumpliera con los requerimientos de la Iglesia.  El que a nueve años de su fallecimiento sea canonizado, no es usual, pero sí se siguieron todos los requerimientos”, insistió.

Mientras, el Dr. Vélez Arocho dijo “Lo que esto implica para la Iglesia y para el pueblo debe estar centrado en lo que fue el legado de estas dos personas .  El Santo Juan XXIII asumió el Pontificado y convocó el Concilio Vaticano II para dirigir a la Iglesia a reflexionar con el fin de atender las necesidades de un mundo que estaba cambiando. Hoy la Iglesia también tiene que plantearse eso”. Además, añadió que le presentó la fe adentro de la iglesia. “Es imposible decir soy cristiano si no conozco la fe. Pero esa fe la debo proyectar con fidelidad a la sociedad y decir que es la verdadera fe, y eso lo tenía claro Juan XXIII. De Juan Pablo II es importante resaltar su gran interés por llevar la Iglesia al mundo moderno como Romano Pontífice. Los múltiples viajes alrededor del mundo estuvieron orientados a comunicar los objetivos y los fines de la Iglesia y él, como representante máximo,  lo hizo. También, estaba comprometido con los derechos humanos, con la dignidad de la persona y con la paz. Su gran defensa era la libertad. Fue el Papa de la libertad en el mundo”.

El proceso de canonización…

El Santo Juan XXIII asumió el Pontificado y convocó el Concilio Vaticano II para dirigir a la Iglesia a reflexionar con el fin de atender las necesidades de un mundo que estaba cambiando.

El Santo Juan XXIII asumió el Pontificado y convocó el Concilio Vaticano II para dirigir a la Iglesia a reflexionar con el fin de atender las necesidades de un mundo que estaba cambiando.

De acuerdo con Mons. Elías S. Morales Rodríguez, Vicario Judicial del Tribunal Interdiocesano de Ponce y Mayagüez, la canonización a un fiel es uno de los procesos judiciales más riguroso del mundo. “Hay que tener en cuenta que el proceso se trata de evaluar la vida y la santidad de un ser humano como cristiano. El martirio es entendido como esa persona que es capaz de entregar su vida, por lo que tiene que estar presente. El proceso, también necesita la corroboración de un milagro, es decir, un suceso sin explicación por los medios humanos o científicos y que se atribuya a la interseción de esa persona”. Explicó que para el caso de la beatificación, se necesita la verificación de un milagro posterior al fallecimiento de la persona. Sin embargo, en la canonización, se necesita un milagro adicional a este. “Este elemento de milagro es imprescindible. En caso de Juan XXIII, el Papa Francisco dispensó de la verificación del milagro para su canonización, que es ratificar esa fama de santidad.  En el caso de Juan XXIII, se entiende que sus hechos hablan por sí mismos y se ve la certificación de este segundo milagro”, indicó.

El proceso de canonización, según detalló Monseñor Elías, se inicia en el nivel diocesano. El Obispo de la diócesis donde la persona murió es quien comienza el procedimiento de beatificación. “El Obispo está llamado a constituir un tribunal compuesto por un juez o un promotor de justicia que trabaje el recogimiento de prueba y dé testimonios que ayuden a verificar el fin del proceso. Es decir, evidenciar que esta persona vivió en actitudes cristianas heroicas”.

Posteriormente, el caso llega a Roma en una segunda fase. “La Santa Sede profundiza en las investigaciones para la declaración de que esa persona pueda ser venerada en la Iglesia como un beato. Luego, ellos verifican el segundo milagro y concluyen”, aseguró.

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