“Oremos por la paz”

La Católica se une al llamado de papa Francisco en la Jornada de Reflexión y Oración por la Paz.


Ante el conflicto bélico que actualmente ocurre entre los países de Rusia y Ucrania, papa Francisco respondió a la petición de la Conferencia Episcopal ucraniana de consagrar ambas naciones al inmaculado corazón de María.  La consagración fue presidida desde la Basílica de San Pedro en Roma por el pontífice el 25 de marzo a las 5:00 p.m. (11:00 a.m. hora de Puerto Rico). Ese mismo acto fue realizado en Fátima por el cardenal Konrad Krajewski limosnero pontificio, como enviado del santo padre.

A ese llamado de Acto de Consagración se unió la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en la Jornada de Reflexión y Oración por la Paz.

“Ante tal importante evento y en la coyuntura en la que ocurre el mismo, el viernes 25 de marzo en el Centro de Estudiantes nos unimos en la Jornada de Reflexión y Oración por la Paz un acto de profunda reflexión y adoración eucarística que concluyó con la celebración de la santa misa ofrecida por la paz.  Para la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, como entidad que vive, promueve y transmite la fe es una oportunidad maravillosa de unirnos a la Iglesia Universal acogiendo la llamada del santo padre y juntos, como Iglesia, orar por la paz en el mundo”, dijo P. Víctor Manuel Hernández Velázquez, delegado para la Misión Institucional de la PUCPR.

Esta Jornada, a la  que asistieron estudiantes y empleados docentes y no docentes, forma parte de una serie de actividades dirigidas a la oración y a la reflexión por la paz.

“La paz es responsabilidad de todos, por lo cual la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico se encuentra comprometida y desarrollando diversidad de iniciativas donde la comunidad universitaria pueda continuar reflexionando y orando por la paz.  Como diría santa Teresa de Calcuta: Si no tenemos paz en el mundo, es porque hemos olvidado que nos pertenecemos el uno al otro, que ese hombre, que esa mujer, esa criatura, es mi hermano o mi hermana”, aseveró el delegado para la Misión Institucional.

El miércoles de la Semana Santa, 13 de abril a las 10:30 a.m. se llevará a cabo un viacrucis que comenzará en el Arco de la Virgen Trono de la Sabiduría del recinto de Ponce.

 

Oración de papa Francisco para la paz

 

ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz. Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro
prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos
conduces con ternura. Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias
nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio. Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste:

«No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna. Acoge, oh Madre, nuestra súplica. Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra. Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo. Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar. Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear. Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar. Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad. Reina de la paz, obtén para el mundo la paz. Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has
derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria. Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo. Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros
corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.

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