Homilía de Mons. Félix Lázaro Martínez

El Obispo de Ponce celebró la Santa Misa de Inicio de Curso Académico.

+ Félix Lázaro Martínez, Sch. P.
Obispo de Ponce y Gran Canciller PUCPR

En la fiesta de la Transfiguración, recientemente celebrada en la Liturgia, Jesús ha llevado a sus tres discípulos preferidos, Juan, Pedro y Santiago al monte, para allí mostrarles su gloria, la gloria futura que les aguarda. Pero antes, les advierte, debe pasar por la pasión y muerte de cruz, reservada, igualmente, a todos los que quieran alcanzar la gloria.

En la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al cielo, cuya Misa votiva estamos celebrando al inicio del presente curso 2015-2016, la Iglesia nos invita a contemplar en María la obra de Dios, lo que Dios hizo en María, la pionera, y nunca mejor empleado este calificativo, pues fue pionera en alcanzar la gloria que Jesús había mostrado a sus discípulos, y de los bienes que Dios tiene reservados para su Iglesia.

María abre a la Iglesia el camino al Padre. Desde el cielo mira y conoce nuestras alegrías y esperanzas, nuestras tristezas y desánimos. Ella intercede y nos acompaña, y desde el cielo nos indica cuál es la meta hacia la que dirigirnos y nos ayuda a descubrir el sentido de nuestra vida.

Es por lo que,  sin dudarlo, me atrevo a proponer a María Asunta al Cielo, como el mejor espejo en el que mirarse y mejor modelo que seguir, al dar inicio al nuevo curso.

Y es que en la Asunción de María se da la síntesis de la fe, del pensamiento y del corazón. Y eso es lo que el mundo de hoy necesita: fe, pensamiento y corazón. Hace un tiempo, la Congregación para la Educación Católica señalaba, refiriéndose al mundo de hoy: “Nuestro tiempo, tan rico de medios, se revela dramáticamente pobre de fines, privado de referencias objetivas e interpretaciones globales, agredido por un difundido escepticismo sobre los fundamentos mismos del saber y de la ética…” “La última modernidad ha iniciado un nuevo proceso de desencanto, el de la visión cientificista del mundo, que a diferencia de lo pronosticado, no aparece como un éxito y potenciamiento de la razón, sino como derrota y repliegue.”

Puerto Rico no es la excepción. La reciente celebración de los llamados matrimonios gay, y el anunciado congreso de ateos en Puerto Rico, a celebrarse supuestamente la próxima semana, a mi entender, hechos no surgidos o nacidos del pueblo puertorriqueño, sino traídos de fuera, son una muestra de que no se da la síntesis de fe, pensamiento y corazón. Son realidades que emanan, precisamente, de la falta de fe.

La primera lectura que hemos escuchado, del Libro de los Jueces, habla del hombre que no sigue los mandatos del Señor; pero en su lugar se entrega a los ídolos. Narra, en efecto, cómo el pueblo de Israel, lejos de obedecer al Señor, hacía lo que el Señor reprobaba; abandonaron al Señor Dios de sus padres que les había sacado de Egipto y liberado del poder del Faraón, para irse tras otros dioses de las naciones vecinas, a los que dieron culto y adoraron, irritando al Señor.

Es la postura del que no tiene temor de Dios, del que confía y adora a los ídolos y falsos dioses, en lugar de confiar y adorar al Dios verdadero.

Porque es así, el que no cree en el Dios verdadero, acaba creyendo de diosecillos o ídolos que el mismo hombre se construye. San Pablo en la Carta a los Romanos, dice de ellos, que pretenden ser sabios cuando hablan como necios, pues “cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes con forma de hombre mortal, de aves, de animales o de serpientes”. “No quisieron reconocer y adorar al Dios verdadero y acabaron dando culto a ídolos en forma de hombre, de ave, de reptil o serpiente”.

La historia se repite. También al día de hoy se dan los que se resisten a creer en Dios, en el Dios que se ha revelado en Jesucristo, pero en cambio se doblegan fácilmente ante los dioses e ídolos modernos del siglo XXI: la droga, el poder, el sexo, el dinero, el satanismo y otros. Con qué facilidad creen en el big bang, en la pseudociencia y en los agoreros y los astros.

La pena es que estas corrientes arrastran a muchos católicos, que quizás no renuncian a su fe, pero viven en una dudosa ambigüedad, y a profesores, cuyas confusas fe y vida cristiana, dejan mucho que decir y pensar.

La fe cristiana por el contrario, con su alta cualidad humanista y unificadora de los tres elementos fundamentales del hombre: la fe, el pensamiento y el corazón, viene a iluminar la realidad del mundo y del hombre. La fe es defensora y testigo elocuente de la trascendencia; el pensamiento, fruto de la razón, busca la verdad serena y objetiva; y el corazón, es protagonista del sentimiento y humanidad de los que está constituido el hombre. La fe todo lo ilumina con nueva luz y visión del plan divino sobre el hombre.

Administradores, Facultad, estudiantes, inicia un nuevo curso, ocasión de oro para profundizar en la fe. No os contentéis con avanzar en el camino del pensamiento y del corazón. Profundizad en la fe.

En el año en que se conmemora el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, apasionada de los caminos del Señor, mujer excepcional, psicóloga, pedagoga y escritora, fundadora, reformadora, según el Obispo de Ávila, el secreto de su vida fue su amistad con Jesucristo. Por su parte el Provincial del Carmelo, el Padre Miguel Márquez, dirigiéndose a los jóvenes a modo de carta, como si la propia Teresa escribiera a los jóvenes, con motivo del Encuentro Europeo de jóvenes tenido en Ávila este año 2015, les decía: “Andad en verdad. Sed auténticos. Dialogad sin mentir. Expresad lo que sentís. Pedid ayuda y dejaros ayudar. Buscad amigos de verdad y buenas compañías para crecer. Llenad con vuestra alegría y contento la ciudad amurallada”. (Se refería a las hermosas murallas que circundan la ciudad de Ávila)

La Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico hace profesión de fe en Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, enviado del Padre para la salvación de los hombres. Y se erige en centro de enseñanza de la fe en Jesucristo. Su razón de ser es precisamente la Evangelización a través de la enseñanza de las ciencias y de las artes. Las clases de Teología y Filosofía, a veces criticadas, desde dentro, por algunos profesores e incluso algunos directores, son nervio fundamental de su entramado académico que deben mantenerse. Como diría San Pablo, ¿Cómo pueden creer si no conocen? Y ¿Cómo pueden conocer si no se les habla y enseña?.

Exhorto a su vez a los profesores de Filosofía y Teología a que hagan de sus clases exposiciones claras, vivas, alegres y convincentes de la fe católica.

“La fe cristiana, con su alta cualidad humanista, (nos recuerda una vez más la Congregación para la Educación Católica), supone una referencia y una presencia eficaz al servicio de todos aquellos que dedican a la Universidad sus energías y su pensamiento, para formar personalidades robustas de profesionales e investigadores, hombres de cultura, protagonistas de la vida civil y social. La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la inteligencia hacia soluciones plenamente humanas.”

“En esta línea, (prosigue la cita), la Universidad afronta tiempos y problemáticas nuevas, reencontrándose a sí misma. Se vuelve así idealmente a las raíces de la Universidad, nacida para conocer y descubrir progresivamente la verdad… La Iglesia se siente profundamente solidaria con la Universidad. El fin que ha movido y mueve a la Iglesia es solo el de ofrecer el Evangelio a todos y, en consecuencia, también a la Universidad. En el Evangelio se funda una concepción del mundo y del hombre que no cesa de generar valores culturales humanísticos y éticos de la que depende toda la visión de la vida y de la historia”.

No quisiera concluir sin mencionar otro acontecimiento a tener en cuenta a lo largo del presente curso académico. El Papa Francisco ha declarado el año 2016, el Año de la Misericordia, con el objeto de que en primer lugar descubramos la Misericordia que Dios ha tenido con nosotros, que, y cito a San Pablo, pues “Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con Él. Así muestra a los siglos venideros la inmensa riqueza de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. (Ef. 2,4-7).

Por pura misericordia. En realidad el texto es un canto a la bondad y poder de Dios y a su divina misericordia que ha obrado en nosotros tales maravillas.

Pero también el objeto de este Año de la misericordia es, además, de descubrir la misericordia que Dios ha tenido con nosotros, el que nosotros seamos misericordiosos con los demás, como nos recuerda Jesús en el Evangelio: Sed misericordiosos como vuestro Padre que está en el cielo es misericordioso.

Necesitamos de la fe. El mundo tiene necesidad de fe. Pero una fe misericordiosa, una fe que salva, una fe que llena al ser humano de alegría, una fe que ilumina, una fe que dé sentido a la vida, una fe que nos lleve a la gloria que Jesús mostró a los discípulos en el monte Tabor, una fe que nos haga partícipes de la gloria a la que fue asunta la Santísima Virgen María, vida, dulzura y esperanza nuestra, y a la que desde este valle de lágrimas imploramos su protección y bendición al comienzo y a todo lo largo y ancho del nuevo curso académico 2015-2016.

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